Desde las rudimentarias hachas de sílex de la prehistoria hasta el primer ordenador del siglo XX, el hombre no ha dejado de mejorar las herramientas que le facilitan la vida. La tecnología que permitió al hombre volar como un pájaro o descender a las profundidades del mar para imitar a extraños peces de aguas profundas ha superado nuestras capacidades en ocasiones anteriores y es probable que vuelva a hacerlo. Las tecnologías para mejorar la vida de las personas existen continuamente.
Pero cada avance es visto como milagroso y monstruoso al mismo tiempo. Los tecnófobos han advertido contra los últimos avances desde la existencia del hombre. Un colega escribió: "A principios del siglo XIX se pensaba que una velocidad superior a 32 km por hora podía provocar la muerte. Hoy, la banda ancha es el premio que llega a las ciudades, conectándolas con el mundo". Hoy se nos advierte de los efectos nocivos de las redes sociales o de la inteligencia artificial.
Pero hoy el mundo es un lugar mejor. Gracias a la tecnología, una hectárea de tierra de cultivo puede alimentar a cuatro personas, el doble que en 1950, con menos impacto en el medio ambiente porque las semillas se tratan con pesticidas. También es ya posible modificar el ADN para eliminar los genes que causan enfermedades o imprimir prótesis para sustituir miembros amputados.
Las manos biónicas impulsadas por señales cerebrales permiten a las personas sin dedos agarrar y manipular objetos delicados, e Internet da a millones de personas acceso a la educación... Jill Watson, un chatbot de IBM que responde a las preguntas de los estudiantes del Instituto Tecnológico de Georgia, hizo un trabajo tan bueno que fue nombrada Profesora Asistente del Año.
Las herramientas son sólo herramientas
Estamos en el inicio de lo que Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial, ha llamado la cuarta revolución industrial, caracterizada por los avances tecnológicos en todos los campos. El desarrollo de las capacidades de las redes de comunicación nos permitirá ver coches conectados en la carretera o realizar operaciones complejas a distancia.
Asistiremos al desarrollo de la realidad aumentada (realidad virtual, aumentada y mixta), que alterará la interfaz hombre máquina tal como la conocemos hoy. El poder combinado del Big Data y la inteligencia artificial es tan brutal que es difícil imaginar cómo será el mundo dentro de diez años.
Sin embargo, estoy seguro de que será mejor, porque cada herramienta es potencialmente neutral, aunque su impacto en nuestras vidas y en la sociedad no sea tan grande. A medida que nos adentramos en una era en la que los algoritmos, los bots, los androides y otras formas de inteligencia artificial cada vez más sofisticadas cobrarán mayor importancia, es importante considerar las implicaciones legales y éticas sin ahogar la innovación.
Nos animó a ser optimistas sobre el futuro y a entusiasmarnos con el papel humano que nos queda: el de pensador. Desde racionalizar el miedo a ser sustituidos por robots hasta el error de deshumanizar nuestras relaciones sólo porque las hemos digitalizado.
Cuando las Maquinas al ser Humano ayudan
Las máquinas son ayudantes incomparables. Pueden (y lo hacen) buscar información, recopilar, agregar y analizar datos mucho mejor que nosotros. Pero no depende de nosotros hacer las preguntas correctas, plantar las semillas de la duda que nos permitirán crear algo de valor para la sociedad.
Como seres humanos, necesitamos ampliar nuestra perspectiva. Para entender este mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo, ninguna ayuda será suficiente. Por lo tanto, debemos acostumbrarnos a dejar que los algoritmos hagan lo mejor que puedan y perfeccionar las habilidades que las máquinas no tienen ni pueden tener.
Todos tenemos que aprender a desenvolvernos, y para ello tenemos que perfeccionar nuestras habilidades técnicas al máximo, al tiempo que intentamos desarrollar todas las capacidades típicamente humanas, como el pensamiento crítico, la flexibilidad, la creatividad, la colaboración y la empatía. Joseph E. Aoun, autor de Defence Against Robots: Higher Education in the Age of Artificial Intelligence (Defensa contra los robots: la educación superior en la era de la inteligencia artificial), propone una educación basada en disciplinas "humanísticas", una mezcla de humanidades y tecnología, que combine tres formas de educación: la alfabetización en datos, que nos permite utilizar los big data; la alfabetización en tecnología, que nos permite aprender más sobre las máquinas; y la alfabetización en humanidades, que desarrolla las mejores cualidades de nuestra humanidad.
Otros autores piden que se rompan los silos de conocimiento y se avance hacia un currículo más globalizado que desarrolle habilidades culturales, artísticas y relacionales que nos ayuden a aprender y a relacionarnos con diferentes materias y personas, estimulando una mayor creatividad.
Hay que fomentar el debate y, hasta cierto punto, la indignación contra las escuelas de pensamiento establecidas en Harvard. Sin una comprensión exhaustiva y crítica de todos los aspectos de la comprensión del presente, no encontraremos la manera de forjar un futuro mejor.
Nuestro objetivo (y nuestra gran oportunidad en la lucha contra las máquinas), como nos recordaba John Stuart Mill hace 200 años cuando se convirtió en presidente de la Universidad de St Andrews, es "no enseñar a los hombres a repetir lo que se les enseña, sino dejarles pensar por sí mismos".
Consideremos los gigantes de las generaciones anteriores, cuyos conocimientos abarcaron y desafiaron diversos campos de la ciencia, las artes y las humanidades. Aristóteles, Da Vinci, Galileo o Keynes fueron matemáticos, historiadores, estadistas y filósofos, investigadores...... Y todos ellos fueron grandes críticos del orden establecido.
La ética debe tomar la delantera. En lugar de prohibir o aceptar ciegamente, deberíamos ayudar a distinguir lo "correcto" de lo "incorrecto", lo "bueno" de lo "malo" en cada contexto. Por eso la ética es hoy tan importante como la creatividad, la experiencia o la habilidad.
Los principios éticos de Telefónica sobre la inteligencia artificial, por ejemplo, están en línea con este principio. Tenemos que replantearnos no sólo cómo aprovechamos las oportunidades que nos ofrece la tecnología, sino también cómo debemos interactuar los seres humanos con ella y cómo lidiar con el ecosistema.
Las decisiones deben tomarse con un objetivo claro: contrarrestar los efectos negativos de la innovación sin sacrificar sus numerosos beneficios. No hay que olvidar que la inteligencia artificial se basa en circuitos de decisión programados por el ser humano. Los que diseñan y entrenan los algoritmos son los que realmente toman las decisiones.
Por lo tanto, las implicaciones éticas deben considerarse un aspecto importante en el desarrollo de altavoces inteligentes y coches autónomos. Asimismo, quienes trabajamos en plataformas digitales debemos adherirnos a valores que garanticen la transparencia de nuestras acciones y la privacidad de nuestros usuarios.
En resumen, la tecnología siempre nos ha desafiado, así que no debemos tenerle miedo. También tenemos otras armas. Cuando la tripulación del Apolo 13 tuvo que abortar su primera misión de vuelo lunar debido a la explosión de los tanques de oxígeno, regresaron sanos y salvos a la Tierra gracias al ingenio de los astronautas que improvisaron un paracaídas para su módulo lunar.
Y dado que el inevitable proceso de aceleración tecnológica que estamos viviendo no tiene marcha atrás, no deberíamos perder tiempo y energía en decidir si nos subimos o no al carro tecnológico. Deberíamos dedicar todas nuestras energías a aprovecharla y desarrollar aplicaciones que nos permitan (a todos) progresar.
Volvamos respetuosamente al razonamiento del gran Miguel Delibe, que decía que "la máquina ha venido a hacer el estómago del hombre".