Las personas pasan ocho horas al día con un dispositivo técnico conectado a Internet: un teléfono móvil, un ordenador o una tableta. Es imposible creer que aquello a lo que dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo no pueda tener un impacto positivo o negativo en nuestra forma de pensar. La tecnología ha creado una nueva forma de relacionarnos no sólo con los demás, sino también con nosotros mismos.
La tecnología, cuando se utiliza correctamente, nos ayuda, por ejemplo, a organizar mejor nuestro trabajo, a aprender cosas nuevas, a hacer un seguimiento de nuestros objetivos y logros personales y a acercarnos a nuestros amigos y familiares.
El inconveniente, sin embargo, es que si no somos conscientes de ello, podemos bombardearnos con información perjudicial o estresante o buscar situaciones de riesgo o peligro. Las universidades informan cada vez más de casos de depresión y ansiedad directamente relacionados con el uso de las redes sociales.
Por ejemplo, el 82% de los usuarios de Internet son activos en las redes sociales, que es la principal actividad en línea antes de la intención maliciosa y la búsqueda de información.
Un estudio reciente sobre los hábitos de Internet también reveló que los mexicanos pasan una media de ocho horas al día conectados, la mayoría de ellas a la hora de comer y al final del día. Esto significa que estamos en línea solos o acompañados. ¿Dónde está el tiempo para la intimidad con nosotros mismos y nuestras relaciones?
En las redes sociales, interactuamos y compartimos información con personas con las que tenemos algo en común, filtrando lo que publicamos o eliminamos de nuestros perfiles en función del número de "me gusta", "compartidos" o "comentarios" que recibimos.
Esta "economía de la atención" depende totalmente de las reacciones que obtenemos de los "me gusta" y los comentarios que recibimos de los demás en las redes sociales. Los estudios han demostrado que cada "me gusta" desencadena la producción de dopamina en el cerebro y activa el sistema de recompensa, por lo que las redes sociales son adictivas.
El problema surge cuando no hay nada en el mundo exterior que apoye mi autoestima y mis relaciones con los demás. Así que el problema con las redes sociales, la tecnología y la mente no es que nos aislemos y nos privemos de la comunicación, sino la forma en que la utilizamos.
La tecnología en la vida de las personas
Lo primero que hay que recordar es que en las redes sociales es habitual apreciar los éxitos de los demás. Los éxitos de las personas y las situaciones extraordinarias se valoran más que los momentos cotidianos de duda, miedo o fracaso.
Es importante saberlo porque en la depresión inducida por las redes sociales, comparamos nuestra vida cotidiana y nuestras experiencias con las de los demás sin reconocerlas como extraordinarias.
Otro factor que contribuye a la ansiedad en las redes sociales es el FOMO (fear of missing out), que es el miedo a perderse una foto que probablemente obtenga muchos likes, a perderse los últimos cotilleos en tiempo real o a perder la oportunidad de conocer a otras personas.
El término "FOMO".
Es el miedo a no estar conectado y no poder compartir una foto que ha recibido un gran número de likes. También hay fenómenos que no tienen nada que ver con lo que publicamos, sino con lo que observamos en las redes sociales. El 75% de los usuarios de Internet han sido testigos de ciberacoso y el 40% de los usuarios adultos de Internet han sufrido ciberacoso.
La vulnerabilidad a la que nos enfrentamos es otro factor de estrés no sólo para los adultos, sino también para los jóvenes. Según la Asociación Canadiense de Salud Mental, los jóvenes que pasan más de dos horas al día en las redes sociales son más propensos a sufrir ansiedad, depresión y trastornos del pensamiento.
La OMS predice que, si el ciberacoso sigue aumentando, el número de suicidios será de unos 85.000 al año en 2025. A pesar de estas alarmantes cifras, no debemos demonizar Internet o la tecnología, sino simplemente recordar que tienen un impacto significativo en nuestras vidas y que debemos utilizarlos de forma responsable, prestando siempre atención a nuestra salud y seguridad.